Reconocidas como Patrimonio Cultural Intangible nacional, las pinturas de Dong Ho constituyen un arte folclórico surgido en el siglo XVI en la homónima aldea, en la provincia norteña de Bac Ninh.
Constituyen parte esencial de la cultura vietnamita las pinturas con brillantes colores, imprimidos en Giay Diep, papel fabricado a partir de un típico árbol de Vietnam, y cubierto con una capa de polvo de concha de vieira mezclada con pasta de arroz glutinoso. La concha da un fondo blanco brillante, mientras que la pasta de arroz hace que el papel sea más flexible y capaz de mantener los colores por largo tiempo.
Son especiales porque están impresas a mano, con planchas de madera grabadas, y pueden conservarse durante muchos años.
Como otros oficios tradicionales, el arte de elaboración de pinturas de Dong Ho enfrenta desafíos en la vida moderna, donde la aparición de nuevos productos y la intensa competencia de otros artes han colocado a esa quintaesencia del pueblo en el riesgo de desvanecerse.
Una historia repleta de vaivenes
De acuerdo con los residentes locales, la aldea de Dong Ho experimentó su florecimiento desde finales del siglo XIX hasta 1944.
En el pasado, todos los lugareños producían objetos de papel dedicados a los difuntos desde marzo hasta julio en el calendario, y dedicaban el resto del año, especialmente las vísperas del Tet (Año Nuevo Lunar), a la elaboración de las pinturas.
Todos los 17 linajes en la localidad practicaban este oficio. Era habitual la imagen de los papeles secados bajo el sol en todos los rincones de la aldea.
El diciembre lunar era el período más dinámico en la aldea, cuando se realizaban seis mercados dedicados a la venta de las pinturas. El primer se abría el primero, y los demás, el 6, 11, 16, 21 y 26 del mes. Los comerciantes, procedentes de todos los lugares, venían para comprar decenas de miles de pinturas y luego las distribuían en otras localidades, mientras las familias adquirían al menos un cuadro para decorar la casa durante el Tet y orar por la paz y prosperidad.

Los mercados también constituían ocasiones para el intercambio de mercancías entre las localidades. Residentes de otros lugares traían productos agrícolas y en cambio, recibían las pinturas de la aldea de Dong Ho.
Después del último mercado, los familias locales guardaban el resto de los cuadros para venderlos el año posterior.
Especialmente, los pobladores de aldea de Dong Ho celebraban el día 15 del tercer mes lunar una gran fiesta, con ritos tradicionales y concursos entre los artesanos.
Tras la Revolución de Agosto en 1945, y durante la ardua resistencia contra Francia, la localidad, como el resto del país, sufrió constantes bombardeos del enemigo. Los invasores destruyeron las viviendas, y junto con las mismas, los moldes para imprimir las pinturas.
Como los lugareños se vieron obligados a evacuarse, desde entonces en aldea desparecieron tanto los vendedores como los compradores de pinturas. Como consecuencia, este oficio tradicional cayó en olvido.
Después de la recuperación de la paz en el norte en 1954, pese a los esfuerzos para restituir ese arte folclórico, la aldea de Dong Ho nunca se devolvió a la prosperidad en el pasado.
Todos los 17 linajes en la localidad practicaban este oficio. Era habitual la imagen de los papeles secados bajo el sol en todos los rincones de la aldea.
En 1967, ante el riesgo de desaparición del oficio tradicional, el gobierno local encargó al artesano Nguyen Huu Sam el establecimiento de una cooperativa dedicada a la elaboración de las pinturas, en la cual participaron 50 artistas veteranos.
Ese esfuerzo resultó en el renacimiento de la aldea de Dong Ho. Entre 1970 y 1985, una gran cantidad de productos se exportaron a numerosos países socialistas.

A finales de los años 80 y a inicios de la década 90 del siglo pasado, el inicio de la transformación de Vietnam en una economía de mercado y el cambio del régimen político en los países de Europa Oriental obstaculizaron las exportaciones, obligando a la cooperativa a disolverse. Durante ese período, el público nacional también ha perdido el interés en las pinturas folclóricas. La mayoría de las familias en la aldea se vieron obligados a abandonar el oficio tradicional.
Esfuerzos para conservar un patrimonio en amenaza
El artesano Nguyen Huu Hoa, hijo de Nguyen Huu Sam, contó que su familia logró recolectar más de 600 planchas, como parte de sus esfuerzos para preservar el oficio tradicional.
“Cada día mi padre transmitía sus conocimientos y técnicas a sus descendientes, al tiempo que creaba nuevas obras basadas en el legado de los antepasados, para satisfacer la demanda del mercado,” dijo.
Después del fallecimiento de Nguyen Huu Sam en 2016, sus descendientes se han convertido en artesanos jóvenes, quienes heredan y desarrollan la herencia del artista veterano.
En 2006, el artesano Nguyen Dang Che abrió un centro dedicado al arte tradicional en la aldea de Dong Ho, con una superficie de cinco mil hectáreas.

El complejo cuenta con talleres de producción de papel e impresión, así como un espacio de exposición de pinturas, abierto a los turistas. Aquí se conservan miles de planchas, entre ellas algunas de 200 años de antigüedad.
Nguyen Dang Tam, hijo de Nguyen Dang Che, quien gestiona el centro, dijo que hay períodos en que su familia tuvo que practicar otros oficios para perseguir la ambición de recuperar el legado de los ancestros.
Desde 1995, Dang Tam trasportó sus pinturas a Hanoi para venderlas a turistas extranjeros y abrió con posterioridad una tienda en la capital. Gracias a sus esfuerzos para promocionar las pinturas al público nacional e internacionales, cada día más clientes, especialmente los foráneos, han prestado interés en el arte folclórico de Vietnam.
Además de las pinturas tradicionales, los artesanos de Dong Ho han renovado constantemente ese arte para adaptarse a la demanda del mercado, a la vez que proteger el alma vietnamita en los cuadros.
Además de las pinturas tradicionales, los artesanos de Dong Ho han renovado constantemente ese arte para adaptarse a la demanda del mercado, a la vez que proteger el alma vietnamita en los cuadros.
Los clientes pueden encontrar las pinturas con diferentes tamaños, así como productos relacionados como calendarios, sellos, libros y postales.
Pese a las dificultades, generaciones de artesanos están cosechando fruto por sus esfuerzos para conservar el oficio tradicional de la aldea de Dong Ho./.
